Luego de unos cuantos minutos así, lo sentí removerse un poco, la sensación de paz peligraba...
-Bueno -comenzó a decir y se separó de mí un poco-. Ya podría irme, ¿no? Solo quería ver que estuvieses bien -dijo bajando la mirada en uno de sus ataques de timidez-. Estoy acá enfrente por cualquier cosa. Ya sabes. Si necesitas algo, me llamas.
Me alcanzó mi celular que encontró sobre la cama, el que yo antes no había podido encontrar, para que pudiera iluminarme un poco y comenzó a caminar hacia la puerta. Cuando abrió entró un poco de luz a la habitación ya que en el pasillo había una luz de emergencia encendida y pude ver con claridad cómo se alejaba y comenzaba a cerrar la puerta detrás de él.
Pero no. No podía quedarme sola, en realidad sí que podía pero no quería.
No quería que se fuera, que se alejara de mí, porque adoraba cada momento que pasaba con él, adoraba tenerlo cerca y aunque mi situación no me permitiera besarlo, no me permitiera tener la relación que me gustaría poder mantener con él, porque ya la tenía con otro, no iba a intentar más esquivarlo y huirle, porque ya me había cansado, porque tenerlo cerca me hacia bien y sabia por sus actos y dichos que él también disfrutaba de mi compañía. Así aunque sea iba a intentar que seamos amigos, como lo fuimos al principio, y le iba a dar a entender eso a él también. Yo creo que es un punto justo, ¿no?
Un punto medio.
Cerca pero no tan cerca.
No tenía por qué salir mal, ¿no?
-Pepe -lo llamé antes de que terminara de cerrar la puerta-. Esperá, no te vayas. ¿Te quedas un rato conmigo? -le pedí.
-Todo lo que vos quieras -me respondió con su sonrisa tímida, la cual pude ver gracias a la luz de emergencia, esa que le ruborizaba las mejillas, que le marcaba los hoyuelos, esa que tanto me gustaba y siempre que me la dedicaba hacia que mi corazón saltara en mi pecho y mi estomago lo siguiera en su salto. ¿Un amigo podía generar todo eso? "¡Basta, basta!" Me dije a mi misma. Y me dieron ganas de pegarle por generarme todo eso y de pegarme a mí por mi debilidad. ODIO eso de él.
"Solo amigos", me recordé.
Entró de nuevo en la habitación cerrando la puerta detrás de sí y todo quedó más oscuro, solo pude escuchar cómo se acercaba y mi corazón se aceleró por el simple hecho de cae en la realidad de que estábamos los dos solos, en una habitación de hotel, en total oscuridad. "Ay Dios mío, Mis nervios.”
-¿Dónde estás Pepe? -le pregunté intentando encender mi celular para encontrarlo pero al parecer se había quedado sin batería o yo estaba tocando el botón equivocado.
-Acá -me respondió muy cerca de mí. Tuctuc, tuctuc, se aceleró más mi corazón. De los nervios que tenía menos podía encontrar cómo encender mi celular. Di un paso al costado porque me intimidó, y porque había decidido que "cerca pero no tan cerca", en cuanto me moví me choqué con la pata de la cama y caí sentada en el suelo.
-Ay -me quejé.
-¿Qué pasó? ¿Dónde estás? -me preguntó preocupado y justo un relámpago iluminó toda la habitación por lo que pudo encontrarme- ¿te caíste? -indagó a la vez que encendía la luz de su celular para verme.
Y… Estoy en el suelo. ¿Encima me pregunta? Qué vergüenza. Ya de por si soy bastante torpe pero nerviosa me supero a mí misma.
-¿Qué te parece? –le dije y contuvo su risa. ¡Encima se reía de mí! Así no va a quedar esto.
-Vení que te ayudo –me dijo agachándose un poco y tomando mis manos. De un tirón me puso de nuevo de pie y de nuevo estaba entre sus brazos. Estar tan cerca, hoy más que nunca, me estaba haciendo MAL. Me separé con rapidez y me senté en mi cama, mirando hacia la ventana, lo único que podía ver que no sea a Pedro en esta habitación a oscuras era la tormenta que se desarrollaba afuera, y en eso me iba a concentrar.
Sentí como él se sentó a mi lado y seguí ignorándolo… Nos quedamos ambos en silencio, cada segundo que pasaba era más fuerte la tentación de darme vuelta y observarlo o tocarlo pero tenía que resistir. Me intrigaba mucho sabes si él estaba mirando hacia la ventana igual que yo, si me miraba a mí, si miraba su celular o qué. Pero “tenía que resistir”. Aunque me negaba a ceder y mirarlo podía escuchar su respiración, podía sentir la presencia de él al mi lado, a muy pocos centímetros. Al final, lo que menos estaba haciendo era concentrarme en la tormenta, podía sentir la tensión de la situación como una energía eléctrica recorriendo el pequeño espacio oscuro que separaba su brazo del mío. Suspiré con fuerza para despejar mi mente, para deshacerme de esa electricidad e intentar concentrarme, esta vez sí, en la lluvia cayendo, o el viento, o algo de eso. Pero esto no fue posible, a penas suspiré sentí que algo tocaba mi mano y dirigí mi vista hacia ella con rapidez. Pedro había puesto su mano sobre la mía, subí mi mirada hasta sus ojos y pude ver cómo me sonreía. Pero seguía sin decir nada.
-¿Qué? –le dije finalmente, de una manera un poco cortante que se vé que a él le causo gracia porque no pudo evitar sonreírse.
-“¿Qué?” tendría que preguntar yo… –me dijo y me quedé mirándolo, sin entender- vos me pediste que me quedara -concluyó y yo seguía sin entender.
-¿Y? –le pregunté.
-Y no sé, capaz querías decirme algo… Que se yo. Me pediste que me quedara y desde que volví a entrar solo te caíste, te ayudé a levantarte y te quedaste hipnotizada por la lluvia o algo así –me dijo mientras iba enumerando con los dedos lo que había pasado.
-Bueno… Es que, no sé de qué hablar, solo que no quería quedarme sola.
-Okey, pero si me pedís que me quede no me ignores.
-¡Bueno Pedro! No sé qué decirte. Si no queres quedarte, anda… -le dije ya media enojada, ¿qué quiere? No sé ni qué hacer, no sé si prefiero tenerlo bien cerca o bien lejos, lo de “ni tan cerca, ni tan lejos” definitivamente no me estaba saliendo muy bien.
-Eu, no te enojes –me dijo y se desplazó en la cama acercándose más a mí, pasándome un brazo por sobre los hombros. Pero aún así continué sin hablarle y con mi mejor cara de indiferencia, bien seria; aunque por dentro me derretía el hecho de su brazo en mis hombros, de su cercanía y de saber cómo tenía la mirada fija en mí aunque yo fingía concentrarme en la lluvia de nuevo.
-Me gusta más cuando sonreís –me dijo de repente y una sonrisa se me quiso escapar pero la contuve, iba a seguir con mi papel de ofendida un ratito más-. ¡Ay! Casi, casi que sale la sonrisa –agregó. ¡Qué pesado! Me dije a mi misma pero me encantaba que estuviera así de pendiente de mí.
Por un rato más nos mantuvimos quietos y en silencio, esto de que me mirara con tanta persistencia me estaba poniendo muy nerviosa. Tenerlo tan cerca otra vez…
De un segundo a otro, sacó su brazo de mis hombros y comenzó a hacerme cosquillas. Automáticamente me tiré para atrás, recostándome en la cama, intentando huir de él pero sin poder dejar de reírme. Entre patadas, empujones y risas intentaba sacármelo de encima o aunque sea correrlo un poco y poder escapar, pero él se reía a la par mío y no le importaban mis golpes. Yo ya me estaba quedando sin aire, cosa que me ponía nerviosa, sumado ya a los nervios de tenerlo a él conmigo, así.
-¡Basta Pedro! –le grité apenas pude juntar un poco de aire y se detuvo enseguida, cayendo a mi lado. Los dos tomamos aire varias veces antes de volver a hablar, tirados en la cama, boca arriba.
-Lo logré. Te hice reír –me dijo triunfante.
-Podrías haberme contado un chiste también, no sé, ¡casi me dejas sin aire! –le reproché incorporándome sobre un codo para poder mirarlo mientras hablábamos.
-Si te falta el aire yo te puedo pasar un poco –me dijo guiñándome un ojo y me dejó helada-. Te estoy cargando Pau –añadió enseguida al ver mi cara.
-Qué raro que no venga Zai todavía, ¿no? –comenté como si nada, para cambiar el tema.
-Debe estar aprovechando de la oscuridad que hay en el hotel con Juan, no te preocupes –dijo riendo y asentí.
-Tenes razón… Pero seguro que se va a colgar por ahí y va a venir re tarde, y yo muero de sueño ya –le dije mientras un bostezo se me escapaba-. Tenemos solo una llave de la habitación, y si me duermo no me despierta nadie…
-Bueno, yo te hago compañía, no te preocupes –me dijo sonriéndome-. O si querés dormí y yo me quedo prestando atención a la puerta.
-No, no te voy a dejar despierto a vos, también debés estar cansado –le dije-. Pero si acepto tu compañía –confesé.
-Bueno, pero esta vez si me pedís que me quede como mínimo hablemos, no te quedes mirando la ventana –me dijo riendo y me hizo reír también.
-Está bien –respondí-. ¿De que querés hablar?
Pedro se quedó pensativo, mirándome y me tomo por sorpresa cuando estiró su mano para agarrar un mechón de pelo que se me estaba cruzando en la cara y lo llevó hacia su lugar haciéndome una pequeña caricia en la mejilla mientras tanto. No pude evitar sonreír ante su acción y sentir como mis mejillas se encendían un poco. Me terminé de incorporar porque ya se me estaba durmiendo el brazo y me senté con la espalda apoyada en el respaldo de la cama y con una seña invité a Pedro a que hiciera lo mismo.
Empezamos a hablar de pavadas, cosas de la vida cotidiana, nada de mucha importancia. Pequeñas cosas que nos iban ayudando a conocernos mejor. Yo le contaba cosas del colegio, de cómo era acá la experiencia de la secundaria. Él, por su parte, me contaba cómo era todo en España y también un poco sobre los trabajos y changuitas que había estado haciendo una vez que terminó de estudiar. Me contaba que había salido con varias chicas pero nunca se había puesto de novio formalmente, yo evité hablar de Martín y él tampoco me preguntó. Me contó de su amor por las películas de todo tipo, que le encantaba verlas y también se había animado a armar guiones o historias propias, que tenía escritas y bien guardadas.
-Algún día me gustaría leer alguna –le pedí.
-Mmm, no sé –dudó-. Me da vergüenza, nunca se las mostré a nadie, salvo a mi mamá.
-¿De verdad? Qué pena, me gustaría leerlas, pero te respeto –le dije con seguridad-. ¿Y no te gustaría estudiar algo que tenga que ver con eso?
-No sé, lo pensé muchas veces, pero no le veo buena salida laboral… Bah, a mi tanto no me importa, sé que si le pongo ganas puedo encontrar buenos trabajos y que me hagan feliz con eso, pero mis amigos y hermano nunca me apoyaron mucho con eso, me decían que mejor eligiera otra cosa, algo con más salida.
-Ah, puede ser. Pero como vos decís, si realmente lo queres y luchas por eso, por ahí encontrás un buen trabajo. Podrías averiguar qué carreras hay en las universidades de acá que tengan que ver con eso.
-Sí, la verdad es que ya estuve mirando un poco. Pero me da nervios.
-Yo te apoyo Pepe, poné primera –le dije y le apoyé mi mano sobre la suya en muestra de que mis palabras eran totalmente sinceras.
-Gracias –me dijo poniendo su otra mano sobre la mía-. Tenes unos ojitos de cansancio.
-Sí, estoy bastante cansada, pero bueno, la charla también está entretenida.
Seguimos charlando por largo rato más. De películas, de libros, de música, de nuestros intereses en general. Me gustaba mucho esto de estar conociéndonos más. Y me gustaba mucho ver la facilidad con la que podíamos charlar y charlar sin quedarnos sin tema, sin silencios incómodos. Mi mano seguía entre las suyas y estaba girado un poco hacía mi para poder mirarme mientras hablábamos. Con otros chicos me había pasado que luego de besarnos, o si me gustaban no podía mirarlo por mucho tiempo a los ojos, no podía sostenerles la mirada, pero con él era distinto. Nos habíamos besado y admito que me gusta pero con la confianza y la complicidad que íbamos desarrollando de a poco y sobre todo en esta noche tan lluviosa, no me costaba para nada perderme en sus ojos color miel sin que me diera vergüenza o sin que me incomodara. A pesar del “ni tan cerca, ni tan lejos” que había decidido, me encantaba tenerlo así, cerca, bien cerca.
No sé ni cómo, ni en qué momento de la conversación me quedé dormida pero no volví a despertarme hasta que sentí que alguien gritaba mi nombré como con sorpresa. Me costó bastante despabilarme y entender que estaba pasando.
La situación ante mis ojos, a penas los abrí, era la siguiente:
Yo estaba acostada en mi cama, aún vestida pero tapada con el cubre cama, Pedro al lado mío profundamente dormido, casi nariz con nariz, y detrás de él podía ver a Zaira parada en el umbral de la puerta con un juego de llaves (¿de dónde lo habría sacado?) y con cara de sorpresa.
Me incorporé con rapidez y creo que con el movimiento tan brusco que hice desperté a Pedro.
-¡Zai! Para, no pienses mal, eh –le pedí pero podía ver como en su cara se formaba una sonrisa de las más picaras.
-No, para nada –dijo entrando a la habitación y cerrando la puerta detrás de ella-. Mi primo y mi mejor amiga durmiendo juntos y acurrucados y me pide que no piense mal.
-¿A quién le hablas? –le pregunté todavía muy dormida como para coordinar todo mi cuerpo y mente.
-A nadie tarada. Estoy sacando conclusiones en voz alta –me dijo riendo.
-¡No tenes que sacar ninguna conclusión de nada! –casi le grité-. Pedro, ¿podes decir algo?
-¿No la conoces a la cachorra? –me dijo estirándose-. Va a pensar lo que quiera.
-¡No quiero que piense lo que quiera! –dije muy enojada y salté de mi cama yéndome rumbo al baño de la habitación.
--------------------------------------------
Buenas y santas (?
Buen comienzo de semana para todos es mi deseo de corazón. Espero que disfruten de este capitulo y nos leemos muy pronto con el que le sigue.
Te lo dedico a vos Rocioooooo. Porque nos faltaba hablar por blog!(? Jajaja. Te quiero muchísimo amiga y espero verte pronto de nuevo porque te extraño.
Besos y sonrían, coman perdices y sean felices ♥
Agos ☺